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Responsabilidad universal

Pienso que…al final, el temido efecto mariposa, no va a ser tal, y no en cuanto al efecto domino de carácter planetario al que se refiere metafóricamente, sino al ser vivo que va a provocarlo, en esta ocasión.

Efecto murciélago: único mamífero capaz de volar saltándose a la torera fronteras de aire, parece ser que sería más apropiado, que el de nuestra inofensiva alevilla de alas blancas, para explicar las consecuencias económicas que están sucediendo a consecuencia del Covid 19.

Pero calma; la economía y la estabilidad de los diferentes mercados bursátiles, de la mano de decisiones tomadas con el ay en los labios, ha entrado ya en una montaña rusa de previsiones previsibles, estudiadas y archianalizadas, ex post, evidentemente. Sí, no me he equivocado en la elección de los adjetivos, no: previsibles, estudiadas y archianalizadas.

Soy, somos, conscientes, del punto de sensacionalismo al que están abonados desde hace ya muchos años la mayoría de medios de comunicación, para vendernos continuamente la exclusiva de que ahora sí que sí, estamos en el inicio del final: el Apocalipsis, el Juicio Final, el Armagedón…en definitiva, en el fin de los tiempos.

Pues no, el coronavirus: Covid 19, que tanto protagonismo, y con razón, está cogiendo a raíz de su desmadrada expansión, será, en un tiempo prudencial, una prueba más de las muchas a las que la inteligencia humana habrá hecho frente, con éxito, a lo largo de su historia.

Como demócrata convencido, pienso que en una situación como la actual, con un virus (letal desgraciadamente para algunas personas) campando a sus anchas por el planeta, los ciudadanos, especialmente los de los países demócratas, tenemos una oportunidad para demostrar  que la fortaleza de nuestra libertad  está a la altura de la de nuestros vecinos de China, sin ir más lejos.

Es verdad que ellos: los vecinos chinos, lejos aún de abrazar la palabra democracia, más allá de en su versión disfraz, no les ha quedado más remedio que acatar a pie juntillas las órdenes del Partido, pero ello, no debería quitarles mérito, o si se prefiere, debería darnos a nosotros, afortunados demócratas en bolas, el placer de sentir como somos capaces de asumir con igual firmeza y responsabilidad, las recomendaciones de las autoridades sanitarias.

De este virus, y de otros futuros que vendrán ( y deseo equivocarme) debemos sacar consecuencias positivas; entre ellas, concienciarnos de que el mundo es cada vez más pequeño y vulnerable, y de que solo volverá a ser grande y fuerte, si somos capaces de construir fronteras de algodón, aranceles de azúcar, y emocionarnos con lágrimas de ojos ajenos, más que para compartir llanto, para poner remedio.

Y aquí no vale él yo voy por libre, o el esto no va conmigo, porque tu libertad, amiga y amigo, recordando a un antiguo profesor de Derecho, termina en la linde que se inicia la del vecino.

Así que, confío en que seamos muchos, los que mirándonos el ombligo hagamos todo lo posible para revertir esta situación lo antes posible, con tranquilidad, asumiendo nuestra responsabilidad, siendo consecuentes de nuestros actos y pensando que esto no va a ser el final del mundo; que este virus que necesita de seres vivos para reproducirse también va a encontrar en ellos la causa que va a hacerlo desaparecer o inhibir, gracias a la inteligencia humana: una, sino las más para mí, de las grandes maravillas de nuestro planeta.

Y esa: la inteligencia, pero cambiando el adjetivo humano, por el de artificial, sí que me preocupa. Sobre todo, si llega el día, donde esa inteligencia artificial, desnuda de un mínimo de ética y humanidad, no precise de la antigua humana, para nacer, crecer y reproducirse.

¿Y tú, qué piensas?

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