Escritor

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¿Cómo lo hacen? How Do they do it?

Pues a buen seguro que no hay explicación científica alguna, pero lo hacen una y otra vez como el infante que repite la tabla del dos orgulloso de haberla conseguido tatuársela en el cerebro.

¿Y me alegro?

Pues sí, la verdad y aun corriendo el riesgo que me conlleva meterme en este peligroso jardín a pocos días de la fiesta de los escritores. Y es que, incluso más que querer por libre albedrío, me veo apresado por la objetividad que mueve mis dedos al teclear, liberándolos de la voluntad que normalmente los dirige y orienta a lo que más conviene.

El origen 

Hace ya veinticinco años que tome conciencia de lo que significaba ser español y catalán, más allá de nuestras fronteras. Fue durante nuestro viaje de bodas recorriendo Austria con alguna incursión a lindes germanas.

Hasta aquel entonces mi experiencia de viajero se resumía en algunos esporádicos viajes a nuestra vecina Andorra, en busca desesperada de queso, azúcar, tabaco y una colección de variopintos y coloridos paraguas, fruto de alguna enfermedad freudiana; y a nuestra también vecina Francia, para quien más o menos éramos ciudadanos de su misma calaña con algunos añitos de retraso.

Pero al visitar la Europa del norte, la percepción fue algo diferente. Mi Señora y yo ( he pedido permiso, como debe ser, para utilizar el adverbio posesivo sin su ánimo intrínseco)  tardamos en percibir que, allende fuéramos, la presencia del castellano y el catalán era poco más que un milagro.

Ya fuera en la carta de un restaurante o en la audición explicativa de un museo o en cualquier otra actividad turística programada, Cervantes brillaba por su ausencia y Pompeu Fabra era poco más que un desconocido. Así que,  a pesar de arrastrar la miel en los labios, nos sentimos como la avanzadilla de unos extraterrestres vagabundos apunto de invadir la tierra, hablando lenguas muertas.

Y creerme que no exagero, o solo lo hago lo justo por respeto a la sangre andaluza paterna que corre por mis venas como coloridos lunares de Feria.

La reacción

La reacción se posó ante mí, y mi señora como si fuera la mirada de la Gioconda tras pisarle un juanete. Nuestra sonrisa de melosos enamorados viró a la de los labios de inquisidores pidiendo explicaciones a la reciente viuda de un maestrazgo.

Y las respuestas que obtuvimos a nuestras múltiples quejas y reivindicaciones patrias, no fueron más allá de un simple encogimiento de hombros o, aun peor, del reflejo de nuestros propios rostros de leche agria.

Cabe decir que con el tiempo, gracias en buena parte a los variopintos colores de las batutas que han dirigido nuestro país, hemos ido ocupando el lugar que por historia, economía, valores y ejemplo a seguir en muchas cosas, nos corresponde, aunque en mi opinión de convencido ciudadano europeo, aun nos falte un cierto trecho para asumir el papel que nos compete.

¿ Y por qué os explico esto?

Buena pregunta. Pues para que entendáis lo que voy a dejar ir de sopetón, cual aparición de paloma circense: soy un culé por herencia paterna y libre elección, que prefiere que gane cualquier equipo español antes que uno extranjero. Y ahora viene lo que va erizarte el pelo, por mucha melena o calva que sea: sin excepción alguna.

Seguramente estarás pensando que es posible que me llamen de algún hospital para analizar los extraños e inusuales mecanismos de conexión de mis neuronas (sinapsis, le llaman). Lo sé y lo asumo al confesar que ayer me alegré de que el Real Madrid, como lo habría hecho de haber sido el Atlético, el Sevilla, el Granada,… o como lo haré cuando el año que viene mi estimado y humilde Girona aspire a plantarse en la final de esta competición deportivo-política-manipulada llamada Champions League.

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Recordad mi experiencia austro-alemana, sí queréis hacer el esfuerzo de llegar a entenderme. Y si no lo hacéis porque la elasticidad de vuestro cerebro es similar a la de un corsé decimonónico, tranquilos, eso no me quita el sueño.

Lo que sí me lo quita es imaginar ( y Dios no quiera tanto mal) no ver en vuestras respectivas librerías ninguna de mis obras literarias. Y aún más, si sois de los pocos (poquísimos diría mi padre) que todavía no habéis leído la Trilogía del destino, o ni siquiera tenéis en vuestro haber la novela con la que se inicia: Sombras de niebla, en su quinta edición,  o la siguiente: Lazos de luz, en su segunda, o la reciente Destinos de azar que descubre por fin que un secreto familiar  ignorado y oculto durante treinta años. Pero que no cunda el pánico. En esta vida todo tienes solución, sobre todo todo aquello que lo tiene. Así que os dejo el remedio, en caso de ser necesario, no vaya a ser que os señalen por la calle al ir andando.

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Y termino

Llegados a este punto, comparto con vosotros el deseo de ser capaces de valorar más todas y cada una de nuestras gestas, para mostrarlas orgullosos y exportarlas incluso, aunque solo sea para equilibrar una balanza comercial muy proclive a importar todo lo Made in foráneo.

Valorar y exportar la mentalidad ganadora y la confianza en uno mismo, como mostró ayer el equipo blanco. Y hacerlo después de convencer a nuestros propios  jóvenes, como el que escribe intenta hacer cada vez que ve a sus adolescentes alumnos con la mirada perdida y las alas de su futuro alicaídas con tanta mierda y guerra presente.

Valorar y exportar la gestión psicológica-deportiva, de color azul y grana, capaz de “producir” jugadores imberbes con el saber hacer y las tablas de los veteranos, cual milagro del pan y los peces.

Valorar y exportar la manera de celebrar un título, paralizando el tiempo a la propia voluntad y antojo, con tal de alargar la alegría más allá de las lindes efímeras que rodean la sociedad presente.

Valorar y exportar la sonrisa y cánticos de tantas aficiones, a las que poco o nada les importa los números que muestra un marcador tan iluminado como incapaz de acallar sus alegres voces.

Así que, por todo ello, y por todo lo que me dejo en el tintero, voy a intentar contactar con la productora del programa: How Do they do it? para que venga a visitarnos, asegurándoles que podemos proporcionarles programas para rato.

¿Y tú, qué piensas?

www.javiercorrea.com

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