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Literatura post mortem I

Pienso que…John Kennedy Toole mereció tener más suerte en vida en su faceta de escritor. Así de sencillo y simple. Su trabajo literario le debía haber aportado el reconocimiento que las editoriales que leyeron su obra, si es que lo hicieron, debían haberle dado. Las editoriales que se fijan más en los nombres que en el estilo del escritor dejarán poco rastro en la historia del arte.
El mundo editorial, como tantos otros sectores, debería analizar la calidad de una obra al estilo de una cata a ciegas. Analizando  las palabras, observando el estilo, los matices, el color, las lágrimas… incluso las que provoca el autor. Y para ello se necesita espíritu empresarial y un código de barras no adulterado que iguale el porcentaje de oportunidad. Y de eso, poco, o quizá algo más.
He leído premios literarios ante los que me quito el sombrero, y otros, que me han provocado urticaria. Sí, lo siento, pero es así. Entiendo que el libro balance de cualquier organización deba finalizar su ejercicio en verde. He tenido el privilegio de trabajar para verlo en mi faceta profesional anterior. Pero cegarse en el verde debería evitarse si nos impide descubrir el paisaje que hay más allá. Y no pretendo enlazar al rojo con empresa y creatividad, Dios me libre. Me limito a compartir una simple reflexión: los tonos verdes de una hoja peculiar pueden ser tan beneficioso a la vista como los de la alfombra de un  prado de hierba similar.
Y termino recordando al novelista estadounidense con el que iniciaba este escrito: John Kennedy Toole (Nueva Orleans, Luisiana, 17 de diciembre de 1937-Biloxi, Misisipi, 26 de marzo de 1969), autor de La conjura de los necios (publicada póstumamente en 1980), obra ganadora del Premio Pulitzer de ficción en 1981.
Lamentablemente, John se suicidó en 1969 a los 31 años tras no conseguir publicar esta novela. Publicación que vió al final la luz,  once años más tarde, gracias a la insistencia de su madre, Thelma Toole (1901-1984).

Un acto de amor maternal digno de una novela literaria, tristemente, no de ficción.

¿Y tú, qué piensas?

 

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