Escritor

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Gracias inmensas a tod@s

Y un año más, y ya van cuatro, el día de Sant Jordi y Día del libro, se inició a primera hora como puso fin entre sus últimas: con emociones nacidas de palabras que un día fueron simples pensamientos de escritor y ahora campan alegres vestidas de formas tan dispares como mentes las imaginan y crean.

Y me siento, a lo largo de todo el día, agradecido, como no podía ser de otra forma, y en su grado máximo, de poder hablar, conversar y compartir intensos segundos de vida con mis lectores. Con los que ya me han leído y se acercan a hacérmelo saber o me piden, como una señora de voz trémula y elegante prosa, que por favor le lea un párrafo de la carta final de Carlos, de la novela Sombras de niebla, para que pueda ponerle voz masculina al protagonista que ella ya lo ha vestido con rostro, cuerpo y carácter gracias a su imaginación,  y que al acercarse a mí, me susurra parecerme algo a él. Y yo le sonrío y me limito a responder, a su ejercito de vibraciones, que será un placer hacerlo, apresando las ganas de mirar agradecido al cielo recordando a quién debo la culpa de haberme hecho escritor. Y con el mismo suave gesto que ella me acerca su libro, lo abro. Y lo hago por la página que ya tiene señalada. Y tras tres, cuatro, tal vez cinco líneas, ella, como yo, se emociona, dejando que la humedad aparezca livianamente de sus ojos como las palabras intentan hacerlo de mis labios, ahora sellados.  Y dejo de leer. Y me levanto. Y me acerco a ella. Y al hacerlo ella se acerca a mi.  Y le pregunto si me permite abrazarla. Y ella me mira y me  sonríe y me abraza, apartando el paso que nos separa. Y entre el corro que nos rodea emerge el silencio. Y el tiempo observa, atónito, el resplandor inmenso de la Magnánima Literatura, como lo hace el sentimiento entrelazado de dos personas que no se conocen, más allá de saberse escritor y lectora.

O con la nueva lectora que tras adquirir Sombras de niebla regresa un par de horas más tarde, arrastrada por una sonrisa en los labios, a decirme que ya ha empezado a leer y que está «totalmente enganchada» como lo estoy yo en ese instante de ella, de su rostro, de su energía deslumbrante y del brillo de una mirada que al par que agradece el suspense, la enerva a marchar sonriendo sin esperar de mi palabra alguna.

O la agradable sorpresa de encontrarme con familiares que a pesar del tiempo, la distancia y el quehacer diario, uno sabe que siempre están ahí, como un amor cercano y eterno.

Y no quiero aburriros ni tampoco egoístamente compartir otras emociones que tardaré mucho tiempo en convertir en recuerdo, prohibiéndoles vestirse de olvido.

A todas y a todos, gracias.

 

 

 

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