Pienso que…hablar de felicidad lleva implícito elegir la referencia utilizada para calibrarla. Y esa referencia, que puede decantar los platos de la dicha y la desdicha de la balanza que refleja nuestra mirada, tal vez ni sea sencilla de establecerla ni tan difícil como para aceptar sin más la que nos dicta la sociedad que envuelve a todos los pasos, sin distinguir sus huellas.
Decía en mi última presentación, en las bonitas tierras turolenses, que si comparamos esta Navidad y su contexto de virus y rabiosas restricciones, con las del 2019, seguramente nuestra sonrisa se hallará distante de los labios que afirman: vaya Navidad de…. Pero si por un momento nos creemos lo de sapiens y somos capaces de imaginarnos la Navidad de un cercano 1937 de incerteza, o de un 1940 de hambruna, o del actual inicio de año en algunos territorios donde la democracia ni se la ve ni se la espera, quizá entonces calibremos más objetivamente el momento actual.
El 2022 inicia el año con tanta presión como su precedente: si no es capaz de erradicar el virus de la Covid y las nefastas consecuencias que comporta a todos los niveles, nos parecerá que habrá sido un año perdido en el mejor de los casos. Y tal vez, deberíamos ser capaces de ir avanzando el año intentando no perder de vista dos aspectos que, personalmente, considero necesario tener en cuenta:
El destino
El destino, como viaje anárquico que toda vida está predispuesta a hacer con más frecuencia de la que desearíamos, puede arrancarnos violentamente, para bien o mal, el timón de nuestra vida por más fuerte que intentemos agarrarlo. Si ese libertario destino es para bien, lo celebramos asiendo el flamante timón con un optimismo desbordante. En caso contrario, corremos el riesgo de arrastrarnos por el pesimismo que afirma que todo tiempo futuro será peor, cegándonos lo suficiente para si quiera intentar cuestionarlo.
Por ello, mis primeros deseos para ti en este nuevo año es que seas, seamos, capaces de aceptar que habrá días que escaparán de nuestro control, pero que siempre estará en nuestra mano relativizar aquello que intente amargar nuestras emociones y la confianza que necesitamos para levantarnos y seguir caminando.
Elegir el referente
El norte que marcará nuestra felicidad deberíamos enriquecerlo de fuentes tan diversas como de amplias miras, con la intención de encontrar uno algo más arraigado que una simple colección de likes, un resultado de fútbol, o el último porcentaje que calibra una economía de picos y valles.
Aldous Huxley, escribió en 1932, Un mundo feliz, y en su obra el escritor hacía referencia a la «dosis de soma»: una dosis exacta de droga capaz de convertir a todo el mundo en un ser feliz más allá de la suerte que le habían deparado las cartas de la vida.
Tal vez habrá quien estaría dispuesto a participar del ensayo del escritor y filósofo británico, sin pensárselo dos veces; tal vez incluso, pueda formar parte del plan maquiavélico de un nuevo orden mundial; incluso habrá quien piense que tal vez sea la única forma de avanzar con una tecnología que expulsa a patadas al ser humano del trabajo, tildándolo en bastantes ocasiones de inútil, más que de innecesario.
Yo, personalmente, sigo pensando que lo de sapiens nos lo hemos ganado a pulso, con más errores históricos de lo estrictamente necesario, pero que a pesar de todo, cuando las circunstancias que nos rodean no son del todo favorables, es cuando deberíamos ser capaces de demostrar a Júpiter que el calificativo que define nuestra especie, no nos viene grande.
Así que mis segundos deseos para este 2022, es que puedas, podamos, valorar la felicidad que lleva implícita los pequeños placeres del día a día, y de elegir con suficiente tino el referente que nos haga calibrarla en el grado idóneo, sin olvidarnos que lo que hoy puede ofuscarnos tal vez no llegue a ser ni recuerdo de un futuro de cercano.
¿Y tú, qué piensas?
