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Del Patito feo al Cisne negro

Pienso que… la sociedad está entrando, llevada de la mano de los titereros que mueven marionetas hipnotizadas, en un estado de montaña rusa permanente.

Y eso, lo de dar vueltas infinitas en una montaña rusa, puede provocar diversión o mareo, en función de las preferencias de cada uno y de la plasticidad de su genética a adaptarse a un medio diferente ( sí, prefiero diferente a hostil)

La teoría del Cisne negro, acuñada por Nassim Nicholas Taleb en su libro de 2007, El Cisne Negro, describe, sirviéndose de la metáfora, el acaecimiento de un suceso sorpresivo de gran impacto que, a toro pasado, se analiza y predice hasta el punto de argumentarlo como algo acontecido por el fruto de una lógica aplastante.

¡Manda huevos! (Como diría nuestro Carlos II «El Hechizado»)

Hasta ahora, y dote el lector al ahora con el tiempo que le haga sentir más cómodo, se calificaba de acontecimientos propios del “Cisne negro” a la irrupción de internet, la computadora personal, la Primera Guerra Mundial, y los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Cabría añadir aquí, desde mi punto de vista, a nivel internacional: el acuerdo comercial entre Estados Unidos y China (aun horneando), el arte de Rosalía, la irrupción de Greta Thunberg, o la intención del Papa Francisco de ordenar sacerdotes a los viri probati (los hombres casados de probada fe), e incluso, ya puestos, la necesidad de formar alumnos para llegar a ser excelentes profesionales de profesiones que aún no existen. ( Dudo algo con lo de la «Macarena», así que prefiero no citarlo)

A nivel más local podríamos citar, como ejemplos de “Cisne Negro” el repentino cese del Sr Ernesto Valverde o la negativa de la Sra Cifuentes a formar parte del equipo de Supervivientes del 2020, por no dejar solo otra vez al pobre míster.

Vamos, que el panorama no puede ser más enriquecedor si eres de los que te metes dos hamburguesas y un par de refrescos estimulantes, un par de minutos antes de subirte a una montaña rusa, con el kétchup todavía presente en la comisura de los labios.

Añadan, y de eso hablaré en otro Pienso que… (con la seriedad y el respeto que el tema merece), los movimientos geopolíticos de una macroeconomía global e interdependiente (con una Europa en la UCI, un Clima en el diván, y un Doctor Pacífico poco dispuesto a llevarlos a planta), el auge imparable (porque los que pueden no quieren y los que quieren no pueden) de las fake news y su previsión de ocupar el 50% del noticiero universal allá por el 2030, y… ¡cuidado!, la irrupción, cual elefante en cacharrería, de la inteligencia artificial, dispuesta a llevarse por delante la mano de obra de buena parte de los mortales, y un pedazo gordo del cerebro de ellos y del resto.

¿Sabían que hay un individuo de este planeta (con cierto poder adquisitivo, todo sea dicho) que se ha injertado una oreja en el antebrazo? Sí, vale. Pues yo confieso que lo descubrí hace poco documentándome para una futura novela, como hoy descubro, en el diario El País, que será un algoritmo quien hará de jurado, en breve, para decidir los futuros bestsellers literarios.

¡Manda huevos! Sí, otra vez.

En fin, que el panorama, si sabes tomártelo con algo de gracia chirigota, como hago yo por genética paterna, no puede ser más halagüeño, interesante, ni más proclive a eso que ahora se ha puesto de moda: “el placer de vivir nuevas experiencias”. Me hace gracia lo de nuevo, pero bueno, será porque ya tengo ta y tantos.

Así que, por todo ello, despido con un sentido adiós a mi querido “Patito feo”, baluarte de una época donde la honestidad servía de algo, y le deseo una larga vida al “Cisne negro”, con ironía chirigotera y algo de descaro.

¿Y tú, qué piensas?

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