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Creación literaria

Pienso que…a pocos días de iniciar mi andadura como profesor de creación literaria, empiezo a sentir el compromiso de poder llevar a mis futuros alumnos no al punto de llegada de la creación literaria, sino al punto de partida.

Decía el escritor, Mario Vargas Llosa, en el año 1967, en el inicio de una conferencia realizada en la Universidad de Lima:

“A los escritores les suele ocurrir algo que no les ocurre jamás a los arquitectos o a los ingenieros; muchas veces la gente les pregunta: ¿para qué sirven?”

Con esta pregunta, de uno de los grandes maestros del plumífero, tengo pensado iniciar mi primer curso de creación literaria. Y no con la intención de desmotivar a aquellos que llegarán al primer día solo con la mitad de las posaderas convencidas, sino al resto que llegarán flotando, también.

Siendo, como soy, consciente de la fuerza social y subversiva de la literatura, considero del todo necesario iniciar la casa asegurando la firmeza de sus cimientos, antes de dejar volar las ideas por todo lo ancho y alto de la imaginación.

¿Y por qué esa pregunta y no cualquier otra?

Podría decir que fue lo que me pregunté yo cuando inicié esta apasionante aventura profesional, pero, sobre todo, para intentar dejar claro desde el minuto uno que más allá del pavor inicial que supone enfrentarse a una hoja en blanco, lo es el no saber para qué va a servir enfrentarse a ella.

¿Cuántas veces no hemos dejado llevar por la atracción de un impulso que nos ha llevado a realizar acciones sin preguntarnos por qué lo hacíamos? De todas ellas, yo personalmente, solo justifico unas pocas  (y lo hago porque entiendo que nublan la racionalidad que deberían justificar nuestros actos), y entre ellas,y sobre todo: la del amor en una de sus versiones sensibles: el enamoramiento. Y escribo sensible y no perecedero, pues al menos en mi caso (y estoy convencido de que en el de muchos), sigo ahí, esclavizado al veneno de su pócima largos años después.

Y regresando a la pregunta, y a las posibles respuestas que de mis alumnos surjan, no pretenderé sentar cátedra dando por válida solamente aquellas que no distorsionen con la mía, sino, aceptando tantas de ellas como de un proceso individual de reflexión sean capaces de ver la luz.

Hay quien decide empezar a escribir como pasatiempo, o como terapia para dejar sobre el papel los demonios o ángeles que lo corroen o elevan por dentro; quien escribe con la intención de dejar un legado eterno; quien lo hace convirtiendo sus palabras en lanzas de bestseller ; quien intenta sembrar la semilla de la reflexión entre sus lectores; quien lo hace cegado en la ilusión de mostrar la paleta de colores que los esbirros de las Verdad Única ( política, religiosa, filosófica…) esconden con tanto apego (denle a esta última opción contexto histórico pasado, presente y quizá futuro), etcétera, etcétera, etcétera.

Todas esas finalidades literarias son válidas y dignas de ser respetadas, más allá del eco social y, o, pecuniario que pueda y quiera conseguir cada uno con sus creaciones.

Y…una vez intente transmitir a mis alumnos la importancia del saber porqué quieren hacer lo que hacen (alejándome por ejemplo del tic esclavo-tecnológico que nos hace mirar el móvil más de cien veces al día sin una necesidad aparente) llegará el momento de ver algo de teoría, y sobre todo de quemar miles de neuronas en su parte más práctica.

A buen seguro, si el tiempo de las musas del reino de la perseverancia lo consienten, cada uno de ellos creará algo único, propio, genuino, inigualable: adjetivos, todos ellos, de los pocos capaces de mostrar la belleza en su esencia pura, más allá de las formas elegidas para darle forma.

Y…después de emocionarme al leer sus relatos, les confesaré que yo, en tanto que su profesor y receptor del egoísmo que conlleva apropiarse de las partes más elaboradas de cualquier creación discipular, no podré analizar con la objetividad que debiera, el modo y las formas utilizadas en su creación literaria.

Pero como casi siempre en la vida hay una solución ( abriendo el abanico al máximo); en esta ocasión, tiraré de una que utilizaba en mi época anterior cuando intentaba formar a alumnos en emprendimiento empresarial; después de realizar un analítico DAFO y un pormenorizado estudio de mercado, lo más importante para un emprendedor, les aconsejaba, es tener la humildad de compartir tu proyecto empresarial con tu enemigo más acérrimo, pues nadie mejor que él para mostrarte las aristas que el presente burbujeante esconde entre pompas de ilusión.

En fin… que la fuerza me acompañe, Dios se apiade de mí, y mis alumnos vengan con un saco de ilusión dejando bien marcadas las huellas, en esta nueva e interesante aventura de fomentar la creación literaria.

¿Y tú, qué piensas?

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