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¿Amnistías?

Pienso que…al final, el verano va a concluir con un calor infernal (que empieza a alejar a algún que otro turista), un logro deportivo femenino único que no debemos olvidar ( y otros más), y el protagonismo que ha cobrado de repente la palabra amnistía.

Hablemos de la palabra: amnistía.

Una de las amnistías frustradas, a pesar de la Oda de Palmeros («camiseros», algunos de ellos a tenor de sus declaraciones veinticuatro horas después) ha versado sobre:

El beso.

La emoción descontrolada, la efusividad del momento, la ilusión desbordante y sinónimos similares, no han sido capaces, ni sumando esfuerzos, de ofrecer la amnistía social que deseaba el injustificable, despreciable y vergonzante gesto de Rubiales. La sociedad española ha demostrado que no piensa dar pasos atrás en el respeto a los derechos y libertades de la persona. Celebro que haya habido unanimidad de nuestros representantes políticos.

Dentro de los gestos que incomodan los rígidos procedimientos protocolarios, existen los que pueden justificarse bajo el estandarte de una emoción respetuosa, como hicieron la Reina y la Princesa abrazando a nuestras jugadoras, arrastrada por unas coordenadas de cercanía-afectivas que, en mi opinión, alimentan el binomio: Monarquía-Siglo XXI. Todo un acierto de la Casa Real.

Pero también hay gestos que deciden saltarse la formalidad exigible a sus anchas, sin tener razón de ser ni sentido en una sociedad que ya se despidió de los impertinentes gestos de aquellos pretéritos alfas de gónadas infladas.

Por encima de todo, mis felicitaciones a las jugadoras de la Selección (también a todas las que se negaron a acudir a la cita mundialista) y a todas las mujeres que desde hace tantos años han ido aunando esfuerzos personales para conseguir situar al fútbol femenino español en lo más alto. ¡Magnífico logro!

Intentando extraerme de la repulsa que me provoca el gesto, considero que a pesar de la injustificable y vergonzante reacción de Rubiales, deberíamos limitarnos a condenar el acto más que a la persona, concediéndole el beneficio del perdón (si demuestra verdadero arrepentimiento, como de momento no ha demostrado), pensando en la familia que lo rodea. No estaría bien hacer cargar el peso del pecado sobre los hombros de sus familiares, o estaríamos cometiendo un error innecesario.

Y la otra amnistía, versa sobre:

La negociación.

He de confesar que desconocía el descomunal poder que puede llegar a tener la palabra amnistía una vez se cobra su momento de gloria. Pensaba, navegando en mi ingenuidad, que más bien sus ocho letras eran un término reservado para los juristas, y alguna que otra mentalidad inquieta que se acerca a la jerga jurídica como el que escribe podría hacerlo a un Vademécum medicinal.

Pues no, me equivocaba, la protagonista palabra pretende sintetizar todo en ella: el resultado de las votaciones del 23J y el devenir de los próximos años. Y el reto es mayúsculo, y como no podía ser de otra forma, con detractores y partidarios defendiendo todo tipo de posturas, bien argumentadas a pesar de hacerlo desde polos opuestos.

Personalmente, soy de aquellos tipos raros que enloquezco a los algoritmos de mi móvil al irles cambiando el dial de la radio, desde la Ser, a la Cope, a Catalunya Radio, a RAC 1, a RNE y a Radio Tele-Taxi cuando deseo darme un baño auditivo de “lo nuestro”, sin más.

Ya conocéis la frase: “Huye de la persona de un solo diario”. A lo que añadiría: …y de una sola emisora, y de una sola cadena televisiva, y de una sola…

Es curioso lo caprichoso que puede llegar a ser el destino, ¿verdad? Lo digo por un pasado reciente que aún mantenemos todos en mente.
Podrían ustedes, Señorías, una vez el candidato Feijóo finalice su intento de investidura, engañarnos y decirnos que, el segundo intento no va a ir entorno a amnistía sí, amnistía no. Podrían, ya puestos, vendernos que lo que está en juego es conseguir la competencia exclusiva de los trenes de “Rodalies”, o incluso aprobar que, a partir de ahora, cada Señoría deba acudir a los “Debates del Estado de la Nación” con un táper de dulces típicos de su región, para intercambiarlos y fomentar un buen clima de convivencia, tan deseable y necesario entre ellos, ¿verdad?. Pero…

Lo más curioso, no obstante, es ver como nuestros políticos tienen ante sí un reto mayúsculo, sin percibir que lo valoran lo suficientemente. Algo así como, en tesitura deportiva, sería la final de un Mundial, un tie-break definitivo en la final de un Godó, o una última etapa crono en la Vuelta, con todo por decidir. Todo aquello, en definitiva, con lo que un deportista sueña a lo largo de su vida para demostrar su preparación física y psicológica y el sinfín de horas de entreno en la sombra que le han permitido llegar hasta ahí.

Y entonces, me pregunto:

¿No debería ser lo mismo para los políticos?

¿No deberían estar agradecidos de haber obtenido un resultado que les concede el marco idóneo para demostrar sus capacidades de negociación, de oratoria, de persuasión, de…? ¿No tiene más mérito convertirse en Presidente demostrando una capacidad negociadora encomiable, más que dando saltitos junto a los palmeros de una mayoría absoluta?

¿Acaso el grado de dificultad de la tarea que se les encomienda a sus Señorías es superior al que hacen miles de personas subidas en un andamio a cuarenta grados a la sombra?¿Acaso la encomienda de sus Señorías es mayor a la de los inagotables turnos que hoy tendrán que hacer miles de sanitarios en nuestro país?

¿Y que me dicen de las inagotables jornadas de camareras y camareros? ¿Y de las cajeras y cajeros? ¿Y de los repartidores? ¿Y la de aquellos que buscan trabajo intentando saltar la valla del edadismo con las facturas pisándoles los talones? ¿Y…?

Así que, Señorías, dejen ya de suspirar con la utopía de los resultados que hubiesen preferido, asuman el resultado que han dictado los labios de unas urnas variopintas y libres, y demuéstrennos que estaban preparados para jugar este partido.

Yo así quiero creerlo, y lo creo, porque en caso contrario me daría vergüenza ajena pensar que en el país donde vivo se aplaza el partido más importante, esperando a que la cercanía de los Reyes Magos acudan a socorrerlos, cual milagro caído del cielo.

Y llegados a este punto, me pregunto si la palabra amnistía tendrá suficiente con pasearse por los jardines de la Política y el Deporte, o le dará también por pasear por los parterres de la Economía (¿les suena lo de la Amnistía Fiscal?) y el Papel Cuché.

Alea jacta est

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